lunes, 6 de agosto de 2012

Prisas (18)


-¡La bestia Doctor!… ¡la bestia eran dos hombres! La noche del accidente había dos hombres.

            Enrique le relató al Doctor Castro como en el sueño de aquella noche apareció la bestia, como cada noche, pero esta vez la vio. No era un animal salvaje y despiadado, eran dos hombres. Uno de ellos era alto enfundado en un abrigo negro y empuñando una pistola de gran calibre. Su acompañante, un poco más bajo y con gabardina también oscura. Hablaban un idioma que le pareció ruso. Estos hombres buscaban algo, hablaban de una mujer. Enrique le relató como le registraron y registraron el coche. Luego cogieron la pobre perra y se la llevaron. Hablaban acaloradamente, como discutiendo. Uno de los dos con la voz más rota parecía estar riñendo al otro.

            -Verás Enrique la aparición de la figura masculina en los sueños del hombre…

            -Espere Doctor Castro –le cortó Enrique- esto no es todo.

            -Tranquilícese, respire hondo, está usted muy alterado –apuntó el doctor Castro empezando a inquietarse por lo que le estaba relatando su paciente.

            Tras una breve pausa Enrique continuó desgranando unos pocos detalles más del sueño. Nuevas imágenes que habían estado ocultas hasta entonces. Mientras tanto su terapeuta anotaba escrupulosamente cada detalle. Pocos minutos más tarde Enrique permaneció en silencio unos segundos.

            -¿Es todo? –preguntó el Doctor Castro impaciente.

            -Lo que se refiere al sueño en si  -Enrique tragó saliva sonoramente- si, es todo.

            -Bien, no debe preocuparse, es normal que…

            -Doctor Castro –cortó precipitadamente la reflexión del terapeuta- recuerdo…

            -¿Cómo dice?

            -Recuerdo. He comenzado a recordar cosas. Me siento extraño. Vienen imágenes a mi mente. Todas ellas relacionadas con el accidente de mi sueño. Doctor, no entiendo nada. ¿Qué está pasando?

            El Doctor Castro no se atrevió a interrumpirle, dejó que siguiera hablando su paciente mientras su mente funcionaba a toda velocidad. En el plan que tenían trazado no se contemplaba la posibilidad de que pasara esto. Era poco probable que su paciente llegara a recordar algo de su vida anterior. Tenían muy bien diseñado el pasado y la personalidad de Enrique para que esto ocurriera. Incluso cuando Nadia empezó a recordar, hacía ya un año de ello, la convencieron para que les secundara en el plan. Todo era por la seguridad de ambos. Y ahora, ¿Qué tenía que hacer ahora?. Necesitaba que Enrique se tranquilizara, necesitaba tranquilizarse él. Debía llamar al inspector jefe y contarle lo que estaba ocurriendo. Debía esperar órdenes precisas de lo que tenía que hacer ahora.

            -¿Me está escuchando Doctor Castro?

            -Si, si no se altere Enrique, es lógico que tras…

            -Le he dicho que no soy Enrique –escupió las palabras una vez más-. No puedo recordar mi nombre pero sé que no es Enrique.

            -Se está dejando atrapar por su sueño, no es real.

            -La pistola es real, recuerdo tenerla en mis manos, recuerdo el frio metal, recuerdo su peso. ¿Qué me está ocurriendo doctor? –preguntó Enrique desafiante- ¿Quién soy en realidad?

            El Doctor Castro respiró profundamente antes de dar el primer paso.

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