viernes, 28 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (10)




- Cuando de la orden, proceda, número 1.
La tensión se respiraba en la escalera. Habían llegado en solo unos 30 minutos desde que saltaron todas las alarmas en la Agencia. Un tiempo remarcable, teniendo en cuenta que se encontraban a 50 km de allí y habían llegado sin llamar la atención. Pero podía ser demasiado, estando en peligro una de sus mejores agentes.
A cada lado de la puerta del piso asignado a Sandra para la misión se alineaban tres agentes, embutidos en los trajes de combate negros, con los cascos y las gafas colocadas. En sus manos, sendas H&K, listas para disparar llegado el caso. Frente a la entrada, otro agente mantenía el ariete de acero, dispuesto a hacer saltar la cerradura en cuestión de segundos. No había puerta de seguridad que aguantara más de cinco impactos bien dados con semejante instrumento.
Carlos estaba al mando de la misión. Vestía ropa de calle, un vaquero desgastado y una camiseta marrón que cubría con una ligera cazadora negra. En su mano, también dispuesta para hacer fuego, llevaba la ligera Block, tan mortal como los fusiles si era necesario.
- Adelante.
La puerta resistió el primer impacto, pero al segundo se abrió con un gran estruendo, permitiendo que dos agentes se introdujeran sin pérdida de tiempo en el apartamento. Antes de que otros dos les siguieran, y rompiendo el protocolo, Carlos accedió a la vivienda, siendo seguido por el resto de compañeros.
Se dirigió al salón, mientras sus compañeros se repartían por el resto de habitaciones.
-Despejado.
-Despejado.
-Despejado.
No había nadie en el apartamento.
-¡Mierda! – Carlos sintió que había fracasado. El objetivo había huído. El único consuelo que le quedaba era que Sandra tampoco estaba. Probablemente, la habría llevado con él como rehén.
Cogió el comunicador y dio la orden para que subiera el equipo de rastreo. Ellos podrían encontrar indicios de lo que había ocurrido allí, y le darían un camino a seguir.
Mientras subían, paseó su mirada por la cocina, el lugar donde parecía que habían estado las dos personas que buscaban.
Una silla junto a la mesita, tenía restos de cinta americana. Probablemente había sido utilizada para inmovilizar a Sandra. Sobre la mesa había un plato con un resto de filete. El cenicero tenía tres colillas. Ella no fumaba, así que debían de ser él. Buenas noticias para el equipo científico. Por fin tendrían muestras de ADN del sujeto.
La habitación estaba limpia, sin apenas desorden, así que no se produjo ninguna pelea. Extraño, pero no inesperado. La chica sabía manejar bien las situaciones comprometidas, en cualquier forma que se presentaran.

jueves, 27 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (9)


La gota de sangre se deslizaba lentamente por la mejilla de Sandra, contrastando con la palidez de su rostro. Mientras analizaba a toda prisa lo que estaba ocurriendo seguía notando sus ojos clavados en la nuca. Sentía miedo. Su respiración estaba agitada y se aceleró más al percibir el movimiento de Paco que hizo que entrase de nuevo en su campo de visión. Ambos permanecían en silencio. Sandra notaba el murmullo de su sangre golpeando en sus oídos, la gota que le hacía cosquillas en la mejilla acortando terreno en el camino hacia su mentón. Paco se colocó de pie frente a ella. Le cogió la barbilla y le levantó el rostro para mirarse de frente. Nuestro hombre sonrió.

A Paco le gustó lo que vio. Vio una mujer hermosa, atractiva y asustada, muy asustada. Ese miedo que contrae las pupilas, que sonroja las mejillas, que acelera la respiración y contrae los músculos del cuerpo. Esas reacciones le agradaban. Le hacían ponerse a cien. Estaba a cien. Pero debía desenmarañar la historia en la que se encontraba metido. Debía mantener la calma. Ella dudaba de sus intenciones y esa situación jugaba a su favor. Paco dobló ligeramente las rodillas y acercó el cuchillo a los tobillos de Sandra. Con rapidez seccionó la cinta americana que los tenía inmovilizados.

-Procura ser buena Sandra. Ya ves las caricias que te puedo dar. No me des motivos para precipitar la situación.

No esperaba respuesta, tampoco la hubo. Se acercó a la mujer rodeándola con los brazos quedando sus rostros prácticamente pegados. A ciegas el filo certero seccionó la cinta que sujetaban sus muñecas. Y Sandra quedó liberada de manos y pies pero atrapada por una sensación confusa. Paco no se había separado de su rostro. Ella casi no podía enfocar sus ojos para verlo con nitidez, lo que si que sentía era el efecto que tenía en su cuerpo la proximidad de aquel hombre. Era imposible de controlar. Su piel se erizó de repente, sin avisarla. Sintió esa sensación en su cuero cabelludo,  en cada milímetro de sus largas piernas, incluso detrás de las rodillas. Su torso y su vientre recorrido por un espasmo que le llegó hasta lo más profundo de su sexo. Sus pechos erizados de miedo, de deseo. Sus brazos con el vello en posición de alerta. Sandra entornó los ojos y se sintió presa de su captor, abandonada a su voluntad.


-¡No necesitabas ir al baño?, ¿a que esperas?


Titubeó sintiendo como sus piernas no estaban demasiado firmes. Paco lo notó y le ofreció el brazo para ayudarla. En el fondo era un caballero y no lo podía remediar.

Las palabras seguían sin poder salir de la boca de Sandra, se sentía muda, agitada y con la urgente necesidad de ir al baño. Apoyada en el brazo de Paco que vibraba con pequeñas descargas eléctricas entraron en el baño.


-¿Te importaría salir?

-Si, me importa. No pienso hacerlo. No me fio tanto de ti.

-Paco… por favor –le suplicó Sandra con la voz temblorosa.

-Ni lo sueñes

No lo pensó más, sin levantar demasiado su vestido se bajó el tanga de encaje y se quedo sentada en el inodoro. Bajo la mirada de Paco… hizo lo que se esperaba que hiciera. Se sintió un poco incomoda pero mucho más excitada de lo que estaba antes. Paco seguía llevando el cuchillo de cocina en la mano. Era el cuchillo que utilizaba para filetear la carne. Sabía perfectamente lo afiladísimo que estaba. En alguna ocasión lo había probado en sus carnes por accidente y la gota que se había parado en la parte baja de su mejilla dejando un rastro rojo y brillante lo corroboraba. Se aproximó hacia la puerta del baño, titubeante, donde se encontraba su captor esperándola.  Realmente le molestaba la sangre de su mejilla por lo que con la mano comenzó a limpiarla. Paco le cogió con fuerza de la muñeca y apartó la mano de su rostro acercando sus labios y enjugando el rastro de sangre con su lengua. Ah, ese sabor metálico de la sangre. Era un sabor que le hacía perder la cabeza.

Sandra no pudo aguantar la punzada de placer que sintió en su sexo al notar su mano apresada por los labios de Paco. Apartó su mano y con fiereza unió su boca a la de aquel hombre que amenazaba con violarla y matarla. No podía se podía parar a pensar en lo incoherente que era la situación. Y se abandonó a lo que pasó después.


Como no queremos ser censurados en este momento, entenderéis que omitamos lo que todos estáis ya imaginando. Donde acabaron los dos medio desnudos. Que caminos exploraron manos, dedos, lenguas. Como acabaron de desnudarse con la urgencia que imprime el deseo salvaje. Que nuevas sensaciones se apoderaron de sus cuerpos y sus mentes. Que juegos prohibidos experimentaron entre susurros, jadeos y gritos que nadie nunca oyó.


El humo de un cigarrillo ascendía como un alma hacia el techo de la estancia. Un sonido inconfundible avisó de que en el móvil de Sandra había entrado un nuevo Whatsapp.


miércoles, 26 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (8)



Paco comenzó a pensar que estaba perdiendo el control de la situación. No le gustaba dejarse llevar por otra persona. Tenía que recuperar la situación y dominar a la muchacha, antes de que ella lo hiciera y acabara dándole la vuelta al asunto.
-No creas que te va a salir bien la jugada. – Su mirada volvió a cambiar. Ya no aparentaba esa indecisión que ella había visto hacía unos segundos. Era fría, determinante y amedrantadora.
Acercó el cuchillo hasta la pálida mejilla de la chica y apretó con firmeza, rompiendo ligeramente la piel y dejando que los capilares vertieran una gota de sangre por su rostro.
Ella contuvo  la respiración y tragó saliva. Comenzó a temblar, rompiendo por completo toda la disciplina que la había mantenido cuerda y alerta durante todo el rato. Si perdía los nervios, estaba muerta. Eso lo tenía claro.
-Aquí mando yo. Y tú vas a estar calladita, hasta que veamos ese móvil y podamos aclarar qué está pasando aquí. Luego, ya veremos si te sigo pareciendo incapaz de violarte y degollarte mientras te penetro…
Se separó de ella y lo perdió de vista. Debía de haberse situado detrás de ella, de manera que no lo veía. Pero sentía sus ojos clavados en su nuca. Estaba desconcertada.
No sabía qué estaba pasando, y quizás era un momento tan bueno como cualquier otro para recapitular y encontrar un hueco por donde maniobrar.
Comencemos. El tipo era Paco Mascilla Valor, un ingeniero de una importante compañía petrolífera con delegación en Valencia. Habían indicado que estaba en contacto con agentes de otro gobierno vendiendo información confidencial.
Había cabreado a alguien y la habían enviado a ella para quitarlo de en medio. No a cualquiera, sino a ella en concreto. Y ahora caía en que le había parecido raro, pero no demasiado extraño. ¡Qué narices! Era buena en lo suyo y ya tenia unas cuantas muescas.
Su enlace en la empresa le había dado instrucciones y había actuado según lo previsto. Pero el tipo resulta que tiene una sorpresa, como el jodido Kinder, y resultó ser un asesino y un violador. O eso quería que ella creyera.

martes, 25 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (7)


Un temblor incontrolado se había adueñado de Sandra, la imagen de su cuerpo con el cuello seccionado y la cabeza separada del mismo, con la cocina llena de sangre ocupó todo el espacio de sus pensamientos. Esto era una locura. Sus planes, que parecían tan fáciles se habían truncado de una manera difícil de resolver. Incluso ella, una mujer profesional y preparada para cualquier situación “difícil” lo iba a tener complicado. ¿Qué sabia Paco de ella? ¿Qué sabía de su trabajo y del encargo que casi había llevado a cabo?

Estaba clarísimo que aquel hombre disfrutaba viendo el estupor, el temor que había causado a su presa. Paco no dejaba de sonreír. Sacó otro cigarrillo y al encender el mechero se encendió también la luz que puso en marcha a Sandra. Sabía lo que tenía que hacer.

-¿Te importaría compartirlo conmigo? –le preguntó mientras hacía un gesto con la cabeza señalando el cigarrillo que Paco sostenía entre sus dedos-.

-Será un placer, uno más de los que me esperan esta noche.

Mientras exhalaba el humo Paco acercó el pitillo a los labios de Sandra, ella le dio una profunda calada que inundó sus pulmones al tiempo que sensaciones contradictorias anegaban su mente y su cuerpo. Él era atractivo, muy atractivo y muy sensual. La corriente eléctrica volvió a cruzar esta vez su vientre. Sin esa peluca que simulaba una calvicie profunda Paco lucía un precioso cabello de color castaño claro entreverado de canas. Sus gafas le daban un aire intelectual y acentuaban la expresividad de sus ojos. En la información que le habían dado de él hablaba de que tenía cincuenta y nueve años. Mnnn, la verdad es que era un hombre maduro muy interesante y con un físico imponente. En las fotos que le había pasado La Agencia no lo había notado, se le veía distinto. Tampoco en el supermercado le había llamado la atención su físico. Se le veía como en las fotos, más bien grueso y calvete. Hacía un buen trabajo cada día para caracterizarse de Paco  Mascilla Valor. Pero ¿quién era ese hombre?. ¿Qué iba a ocurrir con ella? ¿Por qué le resultaba tan excitante?

-Paco –Sandra comenzó a hablar con toda la serenidad de la que fue capaz- ¿o tal vez no te llamas Paco? –prosiguió sin esperar respuesta-. Está claro que nuestra común amiga está jugando a un doble juego. Nos está engañando a los dos.

El cigarrillo inició su segundo viaje a los labios de Sandra. Al acomodarlos alrededor de la boquilla percibió la ligera humedad que habían dejado los de Paco. Se estaba desconcentrando. No lo podía permitir. Era el momento de iniciar su plan.


-Yo tenía un encargo muy claro… pero ¿y tu?, ¿realmente esperas que me crea que eres un violador asesino?


La sonrisa de Paco se congeló en su rostro. ¿Tan poco convincente resultaba?.


-Sabes, me están entrando unas ganas terribles de ir al baño… ya sabes…

-No se si me parece una buena idea dejarte libre, no confío en ti.

-Por favor, no puedo aguantar más, te prometo que no escaparé, que no gritaré. Confía. Los dos estamos en el mismo bando.


¿En el mismo bando? –se preguntó Paco- pero si la acababa de amenazar con violarla y asesinarla – Inmerso en estos pensamientos sin darse cuenta de lo que hacía Paco cogió un cuchillo de cocina y se aproximó a Sandra. Ella empezó a temblar otra vez.



lunes, 24 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (6)


Se levantó y se dirigió donde descansaba el móvil de Sandra. 

-Vaya, que mala suerte, se ha acabado la batería… ¿Dónde tienes el cargador? Su mirada recorrió el salón, hasta que vió la base del teléfono. 

-Mira, que bien preparada estás… - Lo dejó cargando y volvió hacia la chica.

-Lo dejaremos un ratito, y luego los leeremos juntos. 

Tomó aire y lanzó un profundo suspiro, mientras volvía a mirar a la rubia que le había atrapado unas horas antes. Sí, pensó, ella le había atrapado… Tenía gracia la cosa.

-¿Sabes? No tenía ni idea de quien eras. Ibas a ser… una distracción, un entretenimiento más, mientras pensaba qué iba a hacer con la propuesta que me acababan de hacer.

Ella le miraba atentamente. Pendiente de sus movimientos. Unos minutos antes sentía como su deseo, de una manera que no atinaba a comprender, crecía por momentos. 

Ahora, esa sensación había sido sustituída por un pánico naciente, que se iba apoderando de su cuerpo. Y no debía de ser así. Había sido entrenada para evitarlo
.
-Quiero contarte lo que ha pasado, por qué sigues viva, y atada a una silla con cinta americana. No suele ocurrir esto, te lo aseguro. – Se acomodó en su silla, sin perder de vista a la chica – Lo que pasa es que cuando tengo a mi … amiga… en el suelo, procedo a desnudarla. Luego, mientras está en un estado de semi inconsciencia, la violo y antes de llegar al orgasmo, le rajo la garganta. Sí, MI orgasmo. Ella no suele tenerlo, claro. Y sí, es bastante escandoloso. Todo lleno de sangre, salpicándolo todo.- Pareció divertirle la angustia que aparecía con mayor fuerza en los ojos de Sandra.-Pero tranquila, no suelen gritar. No con la boca tapada… Y a mí me tranquiliza.

Esto último lo dijo como si tal cosa, como si fuera lo más normal del mundo.

-Pero, ah, amiga. Contigo fue distinto. El teléfono- Señaló el terminal con el dedo, con una sonrisa que a Sandra le pareció de lo más estúpida.- Su sonidito, indicando que tenías un mensaje. Y otro, y otro, y … Bueno. Debía saber quien era, ¿no? ¿Tu novio? ¿Tu padre? Quien sabe…

Sandra se comenzó a preocupar de verdad. El asunto estaba comenzando a ponerse peligroso de verdad. Paco no estaba en sus cabales, y si no hacía algo pronto, ella iba a perder algo más que la calma…

-Un Whatsapp… Y sorpresa, sorpresa… De alguien a quien conozco muy bien. De alguien que está esperando que le llame mañana por la mañana, o mejor esta tarde, para darle una respuesta… ¿No es una curiosa coincidencia?

viernes, 21 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (5)


Un delicioso aroma penetró por su pituitaria despertando su emborronado cerebro. Sandra intentó abrir los ojos pero los parpados le pesaban más de lo que ella esperaba. Oscuridad era todo lo  que sentía a su alrededor. Oscuridad y ese aroma tan delicioso del solomillo a la pimienta. También percibía ruidos. El correr del agua de un grifo que se abría para luego cerrarse, el sonido del cristal de lo que podían ser sus copas de vino, el tintineo de los cubiertos depositados sobre la mesa de la cocina y los pasos de alguien que, sin prisa, deambulaba por su cocina. Volvió a intentarlo sin éxito. Los parpados parecían dos losas sobre sus ojos. Movió ligeramente su cuello y recibió como respuesta un punzante dolor en la parte trasera de su cabeza. Accionó los mecanismos para acercar su mano a la zona dolorida para aplacar ese malestar y descubrió que sus brazos permanecían atados a su espalda, sujetos con firmeza por las muñecas. Tampoco pudo mover las piernas. Sus tobillos también estaban inmovilizados. ¿Qué había ocurrido? Solo tenía la certeza de que se encontraba sentada en la cocina de su casa y de que alguien estaba preparando su comida favorita. Abrió los ojos.

-Bienvenida –le dijo el hombre que estaba frente a ella- te debe doler un poco la cabeza. Lo siento no quería golpearte tan fuerte.

Sandra intentó hablar y tampoco lo consiguió solo consiguió dejar escapar unos desagradables sonidos guturales que le martillearon además la dolorida cabeza. Estaba amordazada.

-Tranquilízate –le dijo su acompañante- es lo mejor que puedes hacer.

¡¡¡¿Que me tranquilice?!!! -Pensó Sandra- pero que se había creído este imbécil. Atada, amordazada, con un dolor de cabeza del quince y seguro que un tremendo chichón en su cabeza. Y este hombre, ¿Quién era este hombre?. Forcejeó unos minutos intentando gritar y zafarse de sus ataduras. Sólo consiguió agotarse y sudar. Ah y que le dolieran también las muñecas y los tobillos.

Respiro profundamente unas cuantas veces y parpadeó con fuerza para enfocar bien el rostro que tenía frente a ella. Vaya, si era Paco. Pero estaba distinto, ahora lucía un cabello claro y despeinado y unas gafas que agrandaban un poco sus ojos oscuros. La verdad es que se veía atractivo -pensó Sandra.

-Bien, veo que pareces más tranquila. Si prometes portarte bien te quito la mordaza de la boca.

Sandra movió su cabeza afirmativamente.

-Creo que puedo fiarme de ti.

Volvió a mover la cabeza en señal de asentimiento consiguiendo que un mechón de su cabello se soltara del recogido y cayera sobre su rostro. Paco le apresó el mechón en la horquilla que lo había estado sujetando y de un tirón le quitó la cinta aislante que tapaba sus labios.

-¡¡¡¡Ah!!!!! –gritó Sandra con todas sus fuerzas- ¡¡cabrón eres un cabrón!!. Me has hecho daño –continuó alzando la voz cada vez más-. Como te atreves a tratarme así, no se lo que pretendes. Suéltame. ¡¡¡¡Socorro!!!!

Paco se volvió a sentar frente a aquella preciosa mujer que le quitaba el hipo y se encendió un cigarrillo sin dejar de mirarla fijamente, directamente a aquellos ojos verdes que le tenían hipnotizado. También se atrevió a mirar aquellos pechos turgentes que no dejaban de bailar arriba y abajo dirigidos por la agitada respiración de la mujer. Sacudió la cabeza mientras exhalaba el humo del cigarrillo.

-Deja ya de gritar Sandra, sabes que nadie te puede escuchar. Tu misma elegiste este solitario barrio para poder llevar a cabo tus planes sin que nadie te molestara. Saber que no tienes vecinos. Solo conseguirás estropear esa bonita voz.

El apartamento se encontraba en la zona de crecimiento urbano de la ciudad. Un edificio aislado en un barrio en el que todavía no había muchos bloques de viviendas construidos. En este edificio ella y el vecino del primero eran los únicos que ya vivían allí. Y el vecino del primero estaba de vacaciones durante tres semanas. Estaban solos en el bloque de apartamentos. Perfecto.

Mientras se consumía el cigarrillo, también se agotaban las fuerzas de Sandra y finalmente quedó sumida en un sollozo que a Paco le produjo lástima.

-Debes de tener hambre. He preparado la cena. Esa carne que querías cocinar para mi con salsa a la pimienta, creo que te gusta mucho. Tu filete te lo he dejado al punto. Es como lo acostumbras a comer, ¿verdad?

Los ojos desmesuradamente abiertos de Sandra dejaban clara su perplejidad. No entendía lo que estaba ocurriendo. No podía imaginar como Paco sabía tantas cosas sobre ella.

Sin esperar respuesta sirvió los solomillos y decoró los platos con la salsa y unas patatitas cocidas y aromatizadas con estragón. Parecía ser un gran cocinero. Depositó el plato frente a la desconcertada Sandra.

-No te preocupes, yo te ayudo a comer –le aclaró Paco- ya imaginarás que no tengo previsto desatarte por el momento. Le enjugó las lágrimas de sus mejillas con la punta de la servilleta y se dispuso a alimentarla.

Sandra no podía articular palabra. No dejaba de mirar como aquel hombre cortaba los pedazos de carne cocinada al punto, del tamaño perfecto para que entrasen en su boca menuda y delicada y para ser masticados sin esfuerzo alguno. Con extrema delicadeza aproximaba el tenedor a su boca y lo mantenía con pulso firme mientras ella, como una autómata se acercaba para capturar el pedazo entre sus dientes y el roce de sus labios.

-Me he permitido buscar entre los vinos de tu bodega y he elegido este “Flor de Clotàs”, es uno de mis favoritos y acompaña muy bien a estas carnes tan jugosas.

Mientras se deleitaba con el sabor exquisito del solomillo Sandra no podía reaccionar. Su mente estaba como adormecida o más bien abducida por aquel hombre. La tenía atada, inmovilizada y le estaba dando de comer con una delicadeza sorprendente, la estaba mimando y tratando con sumo cariño. No entendía nada. Y entendía menos su sumisión, incluso sentía que la situación le estaba resultando excitante. Si, se estaba excitando. Su respiración se agitaba cada vez que envolvía el pedazo de carne con sus labios sin dejar de mirar a los ojos de su captor. Paco también daba claras muestras de que la situación le resultaba muy agradable, tremendamente agradable. Sus ojos brillaban tras los cristales de las gafas y cuando daba su bocado a su porción de solomillo cerraba los ojos para degustarlo. Cuando Paco le ofreció la copa para beber un poco del vino tardaron unos segundos en realizar el acople perfecto labios, copa para que ella lo pudiera ingerir sin que se desperdiciara una sola gota. Pero en el último momento la mano de Paco tembló ligeramente dejando escapar una gota color cereza madura, que se deslizaba por la comisura del labio de Sandra buscando el camino más directo hacia su cuello. Un escalofrió recorrió la espina dorsal de la joven al tiempo que el secreto que Paco guardaba junto a su bolsillo se endurecía un poco más y temblaba ligeramente.

-Perdona Sandra –se disculpó Paco- soy un poco torpe. Si me permites

Con el pulgar de su mano derecha fue al encuentro de la gota que ya bajaba por el cuello, dirección al espacio que quedaba escondido entre los dos pechos de aquella excitante mujer. Con mucha lentitud tomó contacto con el líquido rojo y tentador acompañándole en el recorrido de regreso hasta su boca. Sandra no lo pudo controlar. Cuando se dio cuenta había separado ligeramente sus labios y se encontraba chupando el pulgar de su captor sintiendo ese sabor especial de su vino favorito mezclado con el sabor de la piel de aquel hombre. Paco cerró los ojos y suspiro.

-No he preparado nada de postre –dijo Paco apartando su dedo de la boca de su presa- no tenías nada para poder improvisar un postre apetecible. Creo que podemos beber un poco más de vino mientras charlamos.

La cabeza de Sandra se movió afirmativamente de una forma mecánica.

-Bueno, Sandra, cuéntame que es lo que  pretendías invitándome a cenar en tu casa. Soy un perfecto desconocido para ti. O tal vez no tanto –matizó Paco con una sonrisa ladeada que le quedó de lo más dura-. Por cierto, mientras estabas en tu plácido sueño no has dejado de recibir mensajes de whastapp en tu móvil. Tal vez te gustaría que los leyésemos juntos.


jueves, 20 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (4)



El hombrecillo que tenía delante no parecía gran cosa. Debía de tratarse de un tipo importante, tipo cerebrito, para que tuvieran tanta prisa en eliminarlo. De cualquier forma, no era asunto suyo.
- Perdona, estos del trabajo…
- Oh, tranquila, sé lo que es eso… A mí me pasa exactamente lo mismo…  ¿En qué trabajas? – No era exactamente lo que había pensado preguntar, pero los nervios le traiccionaron.
- Bueno, pues ya sabes… Servicios varios para empresas importantes. Chorradas que las grandes empresas no pueden hacer por sí mismas, y contratan a gente como yo para hacerlas. Ese tipo de cosas.
- Ah, claro. Esas cosas…
-¿Y tú? – La pregunta le salió rodada, y se arrepientió. No necesitaba, ni quería saber nada sobre él. Solo sería un estorbo para completar su trabajo. Cuanto menos unida emocionalmente a él estuviera, mejor para todos.
-Bueno, yo… - El teléfono de él volvió a sonar. Miró quien llamaba y descolgó. -Sí, cariño. Yo… Sí… Sí… No… Verás… Es que… No… Ya, pero… No. No podré estar en casa antes de las diez. No. Tengo que pasar por la oficina un momento. Sí… U… Una reunión, déjame hablar, por favor… Sí, con el depart… Oye, que no es que… ¿Oye? ¿Hola?
Un gesto entre el cabreo más grande que había visto ella en su vida y la resignación más profunda cruzó la cara de él.
-¿Algún problema? – Se aventuró a  preguntar ella, aún sabiendo de qué iba el tema. No porque lo hubiera leído en la ficha, sino porque era arrolladoramente obvio.
- No… Sí… Ya sabes, la vida familiar no siempre es de color de rosa…
-Ya veo. – Se mostró un tanto incómoda. – Oye, ¿qué te parece si vamos a cenar algo, y me cuentas? Podría ayudarte…
Sorpresa. La desconocida, despampanante, hermosa, sexy y vital mujer del super, le estaba invitando a cenar. ¿Significaría que esa noche pondría fin a su ya largo periodo de abstinencia?
- Er… no sé… Yo… No creo que debiera… La reunión…
-Bueno, son las ocho, y no son horas de reuniones. No hay tal reunión, ¿verdad?
¿Tan transparente era? No, no había reunión.
- Creo que podría aceptar la invitación. - ¿Por qué no? Se merecía un respiro, qué caray.
- Perfecto, vamos pues. Tengo dos piezas de carne y una botella de vino que pueden servir perfectamente para quitarnos el hambre… y la vergüenza.
Acompañó esa última apreciación con un sugerente guiño y una sonrisa pícara.
Ella le dio su dirección, un apartamento a solo tres manzanas de allí. Un lugar de fácil aparcamiento y bastante discreto. Las afueras de las ciudades son ideales para ese tipo de encuentros furtivos.
Esperó a que ella subiera, y se preparó. Se sentía nervioso, como siempre que se veía sorprendido por esa sensación… Tragó saliva, se miró en el retrovisor, para comprobar que todo estaba correcto en su cara, y salió del coche.
Llamó al timbre y ella le abrió inmediatamente, tras asegurarse que era él a través de la cámara del telefonillo. Buena precaución, pensó. A saber quién entra en casa, si no tienes cuidado.
En el ascensor, se llevó la mano al bolsillo y toco  la dureza que llevaba escondida allí. Sí, estaba exitado.
Ella le abrió sin que tuviera que llamar. Le había visto por la mirilla, y le sonrió con amabilidad, y una pizca de deseo. Eso lo excitó del todo. No se había cambiado y estaba preciosa.
- Pasa, te estaba esperando. – Le franqueó la puerta, y le dio la espalda, dejándole entrar en el piso. Ese fue el momento en que él le golpeó con la porra, dejándola inconsciente en el suelo.