jueves, 20 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (4)



El hombrecillo que tenía delante no parecía gran cosa. Debía de tratarse de un tipo importante, tipo cerebrito, para que tuvieran tanta prisa en eliminarlo. De cualquier forma, no era asunto suyo.
- Perdona, estos del trabajo…
- Oh, tranquila, sé lo que es eso… A mí me pasa exactamente lo mismo…  ¿En qué trabajas? – No era exactamente lo que había pensado preguntar, pero los nervios le traiccionaron.
- Bueno, pues ya sabes… Servicios varios para empresas importantes. Chorradas que las grandes empresas no pueden hacer por sí mismas, y contratan a gente como yo para hacerlas. Ese tipo de cosas.
- Ah, claro. Esas cosas…
-¿Y tú? – La pregunta le salió rodada, y se arrepientió. No necesitaba, ni quería saber nada sobre él. Solo sería un estorbo para completar su trabajo. Cuanto menos unida emocionalmente a él estuviera, mejor para todos.
-Bueno, yo… - El teléfono de él volvió a sonar. Miró quien llamaba y descolgó. -Sí, cariño. Yo… Sí… Sí… No… Verás… Es que… No… Ya, pero… No. No podré estar en casa antes de las diez. No. Tengo que pasar por la oficina un momento. Sí… U… Una reunión, déjame hablar, por favor… Sí, con el depart… Oye, que no es que… ¿Oye? ¿Hola?
Un gesto entre el cabreo más grande que había visto ella en su vida y la resignación más profunda cruzó la cara de él.
-¿Algún problema? – Se aventuró a  preguntar ella, aún sabiendo de qué iba el tema. No porque lo hubiera leído en la ficha, sino porque era arrolladoramente obvio.
- No… Sí… Ya sabes, la vida familiar no siempre es de color de rosa…
-Ya veo. – Se mostró un tanto incómoda. – Oye, ¿qué te parece si vamos a cenar algo, y me cuentas? Podría ayudarte…
Sorpresa. La desconocida, despampanante, hermosa, sexy y vital mujer del super, le estaba invitando a cenar. ¿Significaría que esa noche pondría fin a su ya largo periodo de abstinencia?
- Er… no sé… Yo… No creo que debiera… La reunión…
-Bueno, son las ocho, y no son horas de reuniones. No hay tal reunión, ¿verdad?
¿Tan transparente era? No, no había reunión.
- Creo que podría aceptar la invitación. - ¿Por qué no? Se merecía un respiro, qué caray.
- Perfecto, vamos pues. Tengo dos piezas de carne y una botella de vino que pueden servir perfectamente para quitarnos el hambre… y la vergüenza.
Acompañó esa última apreciación con un sugerente guiño y una sonrisa pícara.
Ella le dio su dirección, un apartamento a solo tres manzanas de allí. Un lugar de fácil aparcamiento y bastante discreto. Las afueras de las ciudades son ideales para ese tipo de encuentros furtivos.
Esperó a que ella subiera, y se preparó. Se sentía nervioso, como siempre que se veía sorprendido por esa sensación… Tragó saliva, se miró en el retrovisor, para comprobar que todo estaba correcto en su cara, y salió del coche.
Llamó al timbre y ella le abrió inmediatamente, tras asegurarse que era él a través de la cámara del telefonillo. Buena precaución, pensó. A saber quién entra en casa, si no tienes cuidado.
En el ascensor, se llevó la mano al bolsillo y toco  la dureza que llevaba escondida allí. Sí, estaba exitado.
Ella le abrió sin que tuviera que llamar. Le había visto por la mirilla, y le sonrió con amabilidad, y una pizca de deseo. Eso lo excitó del todo. No se había cambiado y estaba preciosa.
- Pasa, te estaba esperando. – Le franqueó la puerta, y le dio la espalda, dejándole entrar en el piso. Ese fue el momento en que él le golpeó con la porra, dejándola inconsciente en el suelo.

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