Como otras muchas veces andaba
empujando el carrito entre los lineales de los productos de limpieza. Miraba
sin ver, ya que su mente se había quedado en un bucle en el que las palabras
sonaban como un eco en el interior de su mente. Acababa de salir de la
importante reunión que tanto tiempo había estado esperando. La había preparado
a conciencia pero al finalizar alguien había hecho una propuesta que no
esperaba. Su mente estaba agotada, no podía dejar de darle vueltas a tamaña
desfachatez.
El vibrador de su móvil, que
todavía mantenía en silencio, le sobresaltó masajeándole intensamente cerca de…
en el bolsillo del pantalón. Con desgana mientras elegía el detergente para la
lavadora, lo sacó. El maldito aparato seguía con su insistente baile. No miró
la pantalla y descolgó.
-¿Ya has aparcado? –le preguntó
tranquilamente la voz de mujer al otro lado de las ondas.
No tuvo dudas de quien era. Jamás
esperó que se atreviera a hacerlo. Nunca antes había marcado el número de este
teléfono, de este no.
-Si, he aparcado –respondió con
la respiración acelerada.
-Solo te llamo para recordarte…
Chocó con el carro de la joven
rubia y espectacular que se encontraba rebuscando en el lineal de los
chocolates y bombones. Sus ojos se cruzaron. El incidente le hizo acelerar
todavía más su respiración. Su móvil había salido despedido y por un momento no
lo localizaba. Allí estaba, a los pies de la desconocida, casi rozando los
dedos de uñas rojas como el fuego que asomaban por sus vertiginosas sandalias
de tiras.
Musitando una disculpa se agacho
para recoger el teléfono comprobando como desde esa perspectiva la mujer
parecía todavía más espectacular. Mientras se incorporaba, con los ojos clavados
en ella, se acercaba el móvil al oído.
-Perdona, no te he escuchado
bien –replicó a la voz que no había dejado de hablar al otro lado del teléfono.
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