miércoles, 19 de septiembre de 2012

INTERFERENCIAS (3)


Mientras Paco se perdía entre los lineales del supermercado con aparente nerviosismo, Sandra se concentró en la selección de la bandeja de pollo que vio de mejor calidad y los solomillos que tanto le gustaban cocinar a la pimienta. Lo había perdido de vista y ya se dirigía al lineal de cajas para pagar la compra y acudir a su inesperada cita.

Eligió la caja que menos gente tenía esperando y colocó su carrito detrás del último cliente. Una mirada furtiva le bastó para descubrir que Paco llegaba con su carro repleto hasta la larga cola que ocupaba la caja número 7, tres más allá que la suya. Sandra bajó la vista y distraídamente sacó el móvil de última generación del interior de su bolso. Estaba contenta de haberse deshecho de la mierda de blackberry que le había dado la empresa. Esto si que era un teléfono y no … Avanzó unos pasos aproximando el carro a la caja y, otra vez parada, empezó a hacer volar sus dedos sobre el teclado. Había adquirido una gran habilidad y rapidez en escribir mensajes en el móvil. En los últimos tiempos era ya una herramienta de comunicación imprescindible para su trabajo e incluso su vida personal. Tecleó un rápido y conciso mensaje que mandó mediante el Whatsapp. No pudo evitar sonreír en el momento de pulsar la tecla para mandarlo al tiempo que observaba a Paco como empezaba a sacar precipitadamente la compra de su carro. Era evidente que aquel hombre estaba bastante nervioso ya que algunas de las compras se le resbalaban de las manos estrellándose en el suelo… ¿sería por la cita?

Ella se encontraba tranquila, sorprendida pero tranquila. No había imaginado que este trabajo le resultara tan fácil. Pensó que sería mucho más difícil lograr una cita con Paco. Su director se lo había pintado un poco mal. Parecía ser que su objetivo, Francisco Mascilla Valor, era un tipo escurridizo. Pero mira, acertó el momento justo en el lugar acertado y ahora ya con su compra embolsada y pagada acudía a su cita con el que era su objetivo prioritario.


Era una situación ridícula, pensó Paco. Él con el carro hasta la bandera de cosas que le había encargado su mujer, un hombre que ya hacía tiempo que se sentía mayor, más bien viejo y cansado, caminando al lado de aquella espectacular mujer que solo llevaba en su carro de menor tamaño un par de bandejas de carne y unas cajas de bombones de las mejores marcas. No la conocía de nada y la acababa de invitar a tomar café. De pronto la alianza que rodeaba su dedo empezó a presionarle de una forma salvaje. No se tenía que poner nervioso, no ocurriría nada.


Llegaron a la cafetería donde se acomodaron instintivamente en una mesa un poco apartada del bullicio, la más apartada del bullicio, la más escondida para ser francos. Se pidieron un café cada uno. Un encargo sencillo. Y se quedaron unos segundos en silencio observándose con disimulado descaro.

El sonido del mensaje que entró en el móvil de Sandra les sacó de la abstracción. Ella miró a Paco con gesto de resignación.

-Atiende, no te preocupes –la tranquilizó mientras abría su sobre de azúcar y empezaba a verterlo cuidadosamente en el café.

Era un ritual que le encantaba hacer. Vertía el azúcar sobre la cucharilla haciendo que desbordase y cayese en el humeante y oscuro líquido. Luego lo hacía girar enérgicamente. La mayoría de las veces derramaba gran cantidad de café en el platito. Pero era algo compulsivo, no  lo podía evitar. Mientras realizaba esta operación no estuvo  prestando  atención a Sandra. Esta  abrió el mensaje de whatsapp  y vio que era la respuesta al que ella había mandado hacía escasos minutos. Su cara se transformó, perdió la sonrisa instalándose un rictus serio. El mensaje no dejaba lugar a dudas, una sola palabra le dejaba las cosas claras. –PROCEDA.



No hay comentarios:

Publicar un comentario