martes, 2 de octubre de 2012

INTERFERENCIAS (12)



El camión no había podido frenar a tiempo y el exceso de velocidad había provocado que volcara y desparramara todo el contenido de la caja por el suelo. Centenares de pollos aleteaban en el asfalto, buscando un soplo de vida entre la sangre y los miembros partidos.
El escándalo era mayúsculo.
Las ruedas del coche de Paco pasaron sobre varios de las aves, salpicando de sangre el plumaje del resto. El sonido de los frágiles huesos partiéndose se sobrepuso sobre el insistente cacareo y puso el vello de punta a los dos fugitivos. Finalmente, con el intenso chillido de los frenos el vehículo se paró, a solo un par de metros del camión sinestrado.
Sandra no se había puesto el cinturón, un error que podría haberle costado la vida si no hubiera saltado el airbag. Aún así, el fuerte golpe contra su rostro le hizo sangrar la nariz.
Paco sí lo llevaba, así que su golpe fue algo más suave, y el impacto contra en cojín hinchable no le resultó tan fuerte.
Aún así, ambos se quedaron en el coche, mirando sin dar crédito la escena que continuaba desarrollándose frente a ellos. Un par de coches habían parado en la autovía, y sus conductores se acercaban corriendo, buscando socorrer al chófer siniestrado y a los dos ocupantes del coche.
A Paco se le ocurrió entonces que debía señalizar la curva. Un coche podía tomar la entrada a la autovía y sufrir el mismo destino que ellos. Ese tipo de pensamientos le tenían abstraído, cuando sintió un fuerte tirón.
- Vamos, no te quedes ahí como un pasmarote. Tenemos que movernos rápido.
Sandra se había recuperado antes que él. Su entrenamiento le permitía retomar el control y prepararse para reaccionar en momentos de confusión. Abrió la puerta del acompañante y salió a la calzada. Tuvo que apoyarse un momento en el coche. La carretera estaba totalmente cubierta de pollos desmembrados y moribundos, y era muy complicado caminar entre ellos. Por suerte, había cambiado su calzado antes de salir de casa y llevaba unas deportivas cómodas y mucho más prácticas que los zapatos que utilizó antes.
Paco tardó unos segundos en reaccionar, pero al verle salir, asió con decisión el tirador y salió a enfrentarse con el caos del exterior.
- ¡Dios mio! ¿Están bien?
Uno de los conductores que habían parado se dirigía a ellos, mientras el otro hablaba por el móvil, pidiendo ayuda al 112.
- Sí, sí, estamos bien… El airbag… ha saltado y estamos bien.
- Vengan, vengan. Les acompañaré al arcén. Allí no hay pollos y podrán reposar hasta que lleguen las ambulancias.
Tomó del brazo a Sandra, y dejó que Paco les siguiera. Les ayudó a sentarse junto a su vehículo, una furgoneta de reparto sin marcas visibles.
- Esperen aquí, voy a intentar ayudar al camionero. Tengo el título de auxiliar de enfermería, ¿saben? – Les dejó y corrió hasta la cabina, que ya estaba siendo rodeada por otros automovilistas que habían parado. Un frenazo y un golpe, que provenía del lugar donde tenían su coche, ahora oculto por el camión, arrancó más gritos de la gente que intentaba ayudar. Algún conductor había tomado la entrada a la autovía y debió de golpear el coche de Paco.
- Vamos, tenemos que largarnos de aquí. – Sandra cogió a Paco del brazo y lo empujó hacia la furgoneta.

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