-¡Adelante! –
El sonriente Isaac les franqueó el paso a la confortable casita que tanto
esfuerzo les había costado preparar. – Espero que no os moleste el desorden.
Llevamos unos días muy ocupados con el mercadillo, y bueno, no hay manera de
sacar tiempo para todo.
-¡Tranquilos!
No os preocupéis. Tendríais que ver como tenemos nosotros el apartamento. – La
risa de la americana no consiguió tranquilizar del todo a Laura, aunque comenzó
a abrirse paso una duda en su mente. ¿Y si se equivocaban? ¿Y si no eran quien
pensaban que eran? Los dos habían servido en la Agencia, y estaban preparados
para hacerse pasar por cualquier persona, aunque también era cierto que los
años de servicio les habían provocado una asfixiante y perturbadora paranoia.
Cualquiera podía no ser quien decía ser…
Este último
pensamiento hizo que se calmara y los años de entrenamiento hicieron su
aparición. Solucionaría este problema de forma profesional, y luego, verían
como solucionaban el desaguisado. Hicieran lo que hicieran, tenían que volver a
moverse.
- Laura,
¿dónde guardamos los lienzos de la colección? – Isaac notó las dudas de su
pareja, y le lanzó el capote.
- Bueno, creo
que los dejé abajo, entre las colecciones del bosque. – Se giró hacia sus
invitados – Hace unos meses pinté varios cuadros del pinar que hay cerca de la
carretera. Ahí los tengo, todos juntos, criando polvo…
- Oh, pues
eso tenemos que verlo. – Timothy no perdió ocasión de alabar el trabajo de la
pintora.- Si son tan bonitos como los de la puesta de sol, igual nos llevamos
uno también. ¡Tienes un talento especial, Laura!
Isaac abrió
la puerta del sótano e invitó a los americanos a bajar a ver los cuadros.
- ¡Y tanto! Y
yo tengo la suerte de poder estar con ella. El talento no se pega, pero yo lo
intento todos los días. – Las risas de todos se adueñaron de la casa, mientras
el anfitrión iniciaba la marcha escaleras abajo, seguido de la pareja y
finalmente, de Laura.
Esta se
detuvo un momento, y cogió algo del cajón de la entrada. Lo guardó en la parte
de atrás de la falda, y comenzó a bajar las escaleras. Cuando estaban a mitad
camino, asió la empuñadura de la pistola y amartilló el percutor.
Un móvil sonó
de repente, rompiendo la tensión del momento. Tensión que solo experimentaban,
al parecer, Laura e Isaac.
- I’m sorry…
- Catherin sacó el móvil y miró la pantalla. – Son los niños… No se les puede
dejar solos, con quince años y doce años, siempre están riñendo… - Subió las
escaleras hacia la puerta de fuera, mientras, Timothy continuaba bajando.
- Te
esperamos abajo, querida…- Sonrió y continuó bajando hasta donde le esperaba
Isaac, expectante.
Laura miró a
su compañero y subió a la entrada, para esperar a su invitada. La pistola
volvió a su lugar. La situación había dado un vuelco, y estaba confusa. ¿Qué
debía hacer?
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