Pero Laura se
quedó oculta en la escalera intentando escuchar la conversación que mantenía
Catherin con sus supuestos hijos. Pese a que su inglés estaba un poco oxidado
pudo entender retazos de lo que decía Catherin. Realmente parecía hablar con
sus hijos, nada le hizo pensar que fuese
una charla cargada de palabras clave para informar a su interlocutor. Ni si
quera su actitud, la veía reflejada en el espejo del recibidor, le hizo
sospechar. Se la veía relajada y familiar con la voz que le llegaba desde el
otro lado del teléfono. Cuando intuyó que la conversación llegaba a su fin
emergió en el recibidor con su mejor sonrisa.
-Ok Sam. Bye
– Catherin se despidió de su hijo-. Sabes Laura –dijo dirigiéndose a su
anfitriona con ese peculiar acento y una amplia sonrisa-, siempre hay que estar
pendiente de ellos. ¿Vosotros tenéis hijos?
-No,
no tenemos. Hemos pasado la mayor parte de nuestro tiempo absortos por nuestros
trabajos y, la verdad, es que nos gusta vivir el uno por el otro, con libertad,
con todo el tiempo para nosotros. No sentimos la necesidad de tener hijos.
Bajaban
la estrecha escalera hablando amigablemente. Laura, que abría la expedición, se
encontraba sorprendida por su cambio de actitud hacia aquella mujer. En el
momento en que Catherin colgó el teléfono y le sonrió todo empezó a ser
distinto. Tenía la seguridad de que realmente eran dos personas en las que
podían confiar.
La sangre de
Laura se le heló en las venas. Su corazón apenas podía latir, oprimido por la
adrenalina que se apoderó de todo su cuerpo al descubrir la escena que les
esperaba en el sótano.
Sangre. Lo
primero que vio fue sangre. Salpicando las paredes, el techo, las estanterías,
los lienzos. Sangre y pedazos de vísceras esparcidos por todos los rincones
creando una peculiar composición cuyo título podría ser La muerte roja. La luz que procedía de la única bombilla que
desnuda iluminaba la estancia todavía no había dejado de bailar. Un cuerpo
permanecía inmóvil en el suelo. De su sien manaba a borbotones el líquido
viscoso y rojo que lo teñía todo. El ambiente olía a sangre y muerte. Cuando
Laura bajó el último escalón acompañada por un temblor que le sacudía todo el
cuerpo, el grito desgarrado y asustado de Catherin rompió el silencio. Laura se
llevó la mano al bolsillo, pero antes de poder asir su pistola ocurrió lo
inesperado.
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