lunes, 1 de octubre de 2012

INTERFERENCIAS (11)


Sintiendo el sabor del sexo de Sandra en sus labios, Paco conducía a toda velocidad. Las bolsas de la compra que aguardaban en el maletero del coche se peleaban con la maleta de Sandra golpeándose con fiereza unas contra otras. Los productos que contenían empezaron a ser entes independientes corriendo por el cubículo oscuro. Las luces de las farolas pasaban a toda velocidad mientras que los semáforos parecían estar esperando su llegada cambiando a verde  en cuanto ellos se aproximaban.

Transcurrieron unos minutos en absoluto silencio. Fueron unos momentos en los que cada uno se abandonó a sus pensamientos.


Sandra se sentía abrumada. No entendía lo que le estaba ocurriendo. Allí al volante estaba aquel hombre al que debía liquidar. Ella, una mujer preparada para obedecer las órdenes de sus superiores. Nunca había fallado en un encargo, fuera de la magnitud que fuese. Y en esta ocasión, ¿qué le había ocurrido?. Sintiendo el peso de la mirada de Paco sobre ella y sin desviar su vista del paisaje urbano que desfilaba ante ellos intentó reconstruir lo que había ocurrido aquella noche. Su plan estaba completamente estudiado y analizado al milímetro. Ella debía liquidarlo en aquel apartamento designado para las operaciones de sangre. Pero luego ocurrió. Pasó de ser captora a capturada. Paso de ser un rehén al borde de la muerte a disfrutar de un sexo salvaje sin más. Sandra continuaba sin saber quien era realmente Paco. Estaba claro que sus jefes los habían engañado a los dos. No sabía muy bien como. Desconocía la relación de Paco con ellos así como el encargo que le habían hecho. ¿Realmente ellos querían liquidarla?, ¿Paco era un violador asesino? Llegados a este punto tenía muy claro que él no tenía intención de violarla ni asesinarla. Pero…¿de verdad ellos querían liquidarla?... era evidente que si.


Mientras conducía a toda velocidad, Paco sentía la presión de la BlackBerry de Sandra en el interior del bolsillo trasero de su vaquero. Infinidad de mensajes estaban esperando a ser leídos por los dos. Pero tendrían que esperar. El instinto de Paco en algún momento le mandó un mensaje de alarma. Habían pasado un buen rato abandonados al placer que les arrojó al suelo del baño, a las paredes alicatadas de blanco impoluto contra las que se fundieron bajo la exigencia del deseo.  Fueron lanzados por la fuerza de la lujuria al interior de la ducha donde, bajo las punzantes gotas de agua caliente, dejaron que la pasión les arrastrara hacia el desagüe que engulló sus jadeos y gritos desenfrenados. Fue SALVAJE, así, con mayúsculas. ¿Cómo podía llevar a cabo su encargo?. Simplemente imposible. La decisión que tomaron de forma instantánea los llevó a emprender la huida, a escapar de la muerte segura tal vez de los dos. Ambos habían quedado enganchados a aquellas intensas sensaciones que les habían poseído en al baño del apartamento.


Al tiempo que Carlos accedía a la vivienda de Sandra seguido de su equipo, Paco tomó la última curva que les llevaría a la autovía.

El coche de Paco empezó a derrapar. Lo que tenían ante sus ojos hizo que se les helara la sangre. Sus corazones se detuvieron durante unas milésimas de segundo, en los que ese latido quedó suspendido en la nada para luego volver a retomar su pulso acelerado. La presión convulsa del pie de Paco sobre el pedal del freno hizo el resto.

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