Sintiendo el
sabor del sexo de Sandra en sus labios, Paco conducía a toda velocidad. Las
bolsas de la compra que aguardaban en el maletero del coche se peleaban con la
maleta de Sandra golpeándose con fiereza unas contra otras. Los productos que
contenían empezaron a ser entes independientes corriendo por el cubículo
oscuro. Las luces de las farolas pasaban a toda velocidad mientras que los
semáforos parecían estar esperando su llegada cambiando a verde en cuanto ellos se aproximaban.
Transcurrieron
unos minutos en absoluto silencio. Fueron unos momentos en los que cada uno se
abandonó a sus pensamientos.
Sandra se
sentía abrumada. No entendía lo que le estaba ocurriendo. Allí al volante
estaba aquel hombre al que debía liquidar. Ella, una mujer preparada para
obedecer las órdenes de sus superiores. Nunca había fallado en un encargo,
fuera de la magnitud que fuese. Y en esta ocasión, ¿qué le había ocurrido?.
Sintiendo el peso de la mirada de Paco sobre ella y sin desviar su vista del
paisaje urbano que desfilaba ante ellos intentó reconstruir lo que había ocurrido
aquella noche. Su plan estaba completamente estudiado y analizado al milímetro.
Ella debía liquidarlo en aquel apartamento designado para las operaciones de
sangre. Pero luego ocurrió. Pasó de ser captora a capturada. Paso de ser un
rehén al borde de la muerte a disfrutar de un sexo salvaje sin más. Sandra
continuaba sin saber quien era realmente Paco. Estaba claro que sus jefes los
habían engañado a los dos. No sabía muy bien como. Desconocía la relación de Paco
con ellos así como el encargo que le habían hecho. ¿Realmente ellos querían
liquidarla?, ¿Paco era un violador asesino? Llegados a este punto tenía muy
claro que él no tenía intención de violarla ni asesinarla. Pero…¿de verdad
ellos querían liquidarla?... era evidente que si.
Mientras
conducía a toda velocidad, Paco sentía la presión de la BlackBerry de Sandra en
el interior del bolsillo trasero de su vaquero. Infinidad de mensajes estaban
esperando a ser leídos por los dos. Pero tendrían que esperar. El instinto de
Paco en algún momento le mandó un mensaje de alarma. Habían pasado un buen rato
abandonados al placer que les arrojó al suelo del baño, a las paredes alicatadas
de blanco impoluto contra las que se fundieron bajo la exigencia del deseo. Fueron lanzados por la fuerza de la lujuria
al interior de la ducha donde, bajo las punzantes gotas de agua caliente,
dejaron que la pasión les arrastrara hacia el desagüe que engulló sus jadeos y
gritos desenfrenados. Fue SALVAJE, así, con mayúsculas. ¿Cómo podía llevar a
cabo su encargo?. Simplemente imposible. La decisión que tomaron de forma
instantánea los llevó a emprender la huida, a escapar de la muerte segura tal
vez de los dos. Ambos habían quedado enganchados a aquellas intensas
sensaciones que les habían poseído en al baño del apartamento.
Al tiempo que
Carlos accedía a la vivienda de Sandra seguido de su equipo, Paco tomó la
última curva que les llevaría a la autovía.
El coche de
Paco empezó a derrapar. Lo que tenían ante sus ojos hizo que se les helara la
sangre. Sus corazones se detuvieron durante unas milésimas de segundo, en los
que ese latido quedó suspendido en la nada para luego volver a retomar su
pulso acelerado. La presión convulsa del pie de Paco sobre el pedal del freno
hizo el resto.
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