jueves, 4 de octubre de 2012

INTERFERENCIAS (14)



Laura saltó corriendo de la cama y abrió el armario. En lugar de las prendas que todo el mundo tiene colgando de la barra, una decena de fusiles, escopetas y rifles ocupaban la parte principal del mueble empotrado. Seleccionó una escopeta corredera, que siempre mantenía cargada y lista para utilizar y la lanzó a Paco, quien la cazó al vuelo.
Luego abrió un pequeño cajón y sacó un colt plateado, un arma contundente y potente, que era capaz de abrir un agujero en un chaleco antibalas a corta distancia. Se vistió la bata que estaba en los pies de la cama, mientras él se ponía el pantalón del pijama y una camiseta de manga corta. En conjunto, no habían pasado ni veinte segundos.
Se dirigieron a la puerta de entrada y se prepararon para abrirla. Él se escudó tras la pared, dispuesto a intervenir si hacía falta, mientras ella escondía su arma en la espalda y abría la puerta.
-Oh, disculpe…- Una pareja de jubilados, equipados para el senderismo, aguardaba en la entrada. – Nos hemos retrasado un poco caminando, ya sabe como de rápido se esconde el sol por aquí, y se nos ha hecho de noche. ¿Sabe si estamos muy lejos de la carretera? Hemos visto la luz y hemos pensado…
- Sigan por el camino. Están a unos doscientos metros de la carretera, y allí está el aparcamiento. – Contestó ella no de muy buen humor. – En diez minutos habrán llegado.
-Muchas gracias, señorita- Con una sonrisa y un movimiento de cabeza, los jubilados se dirigieron hasta el camino. - ¿Ves, tonto? Ya te lo decía yo… Menos mal que a esta encantadora jovencita sí le haces caso…
Dejó que se alejaran de la puerta  sin dejar de mirarles ni un momento, y cuando creyó que se habían alejado lo bastante, cerró la puerta, y se apoyó en ella, dejándose resbalar hasta el suelo.
-Deberíamos dejar de hacer esto. Ya sabes, saltar a por la artillería cada vez que llaman a la puerta…
Isaac dejó la escopeta, con el seguro puesto, contra la pared, y se sentó en el suelo también, frente a ella.
-Sabes que no podemos bajar la guardia, cariño. Si saben donde estamos…
-Sí, pero solo si saben donde estamos, cosa que no ocurre ahora, ni ocurrirá nunca. Hemos borrado bien las huellas, hemos ocultado el rastro y hemos cambiado completamente. Somos otras personas y no saben que estamos aquí. ¡Qué narices! ¡Ni siquiera saben si estamos vivos o muertos!
- Lo sé, lo sé… Pero es que…
Isaac se acercó a ella y la rodeó con su brazo, acercando sus cuerpos. Sus labios volvieron a unirse, y el frío suelo fue testigo de las nuevas muestras de cariño entre ambos.
Si hubieran mirado por la ventana, habrían visto como los ancianos se quedaban mirando un momento la casa, con gesto serio, y asentían, como si hubieran confirmado alguna sospecha.

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