Pero esta vez
decidieron no seguir huyendo, querían plantar cara a la organización que les
había amargado la vida durante los últimos tiempos.
-Siento
miedo, Isaac –casi le costaba escuchar de sus propios labios aquella confesión.
-Es normal
Laura, hace mucho tiempo que no nos encontramos en situaciones comprometidas
–le tranquilizó Isaac-. Tenemos que hacer algo para seguir viviendo con
tranquilidad, sin miedo.
-Y ¿qué has
pensado?
-Tú sígueme
la corriente y cálmate.
Con serenidad
llegaron al puesto donde se encontraba la pareja esperándoles. Laura temía que
se le notase el temblor de las manos, de la voz.
-Ella es
Laura –Isaac rompió el silencio con un poco de brusquedad mientras arropaba a
Laura pasando su abrazo por la cintura.- No recuerdo sus nombres.
-Soy Thimoty
y mi esposa Catherin.
Isaac no dejó
que la sonrisa se borrase de su rostro mientras todos se dieron las manos
educadamente. Era cierto que la pareja no se había presentado cuando abordaron
a Isaac en el puesto. Sin pausa, siguió con las riendas de la situación en sus
manos.
-Me ha
comentado Laura que hay algún otro lienzo en su estudio de la misma colección.
Le gustaría que nos acompañaran a casa para poder verlo con detenimiento y
luego decidir sobre la adquisición.
Laura se
quedó muda. Sólo logró asentir con un leve movimiento de su cabeza.
Procedieron a
extender la cubierta de tela sobre la mercancía del puesto y se dirigieron
paseando hacia su casa. Isaac charlaba en animada conversación con el hombre
mientras que Catherin y Laura estaban visiblemente nerviosas. La extrangera no
dejaba de dar vueltas a la alianza que lucía en su mano, demasiado nueva para
llevar unos años casados, tal y como les había contando Timothy. Mientras que
Laura no podía articular palabra y no cesaba de retorcerse un mechón de cabello
que caía sobre sus hombros.
Así llegaron
a casa. Cruzaron el jardín dirigiendo sus pasos tras los de Isaac que les conducía
directamente a la puerta del estudio. En ese momento Laura empezó a intuir lo
que Isaac estaba planeando.
-¡Vaya!
–exclamó Isaac- no llevo la llave del estudio. Si os esperáis aquí entro en
casa y abro desde dentro.
Laura lo tuvo
claro.
Los tres
permanecieron en silencio durante poco más de un minuto. La tensión que
trataban de disimular hizo que se sobresaltaran en el momento en que escucharon como la llave activaba el
mecanismo de la apertura de la puerta. Esta se abrió y la voz de Isaac les invitó
a entrar.
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