jueves, 12 de julio de 2012

Prisas (1)


La carretera era oscura. No había ni una sola farola que iluminara los tres kilómetros de cerrado bosque mediterráneo por el que discurría el asfalto, y parecía que el mismo material del que estaba hecho el camino absorbiera completamente cualquier retazo de luz.

Los faros del viejo utilitario apenas podían romper la oscuridad de una noche sin luna, y solo la abundancia de curvas permitía que su luz consiguiera orientarle en mitad de esa infernal carretera.

El problema era que tenía prisa. Debía salir inmediatamente de ese tramo y llegar hasta el pueblo. Su tiempo se consumía y la carga debía entregarse sin falta dentro de las próximas tres horas o se vería metido en un lío considerable. 

Redujo la marcha y afrontó la curva que tantas veces había tomado, con más calma y con mucha más luz. La conocía y sabía que era traicionera incluso con toda la luz del sol dando luminosidad, así que no arriesgó. Acertó de lleno, porque las ruedas del lado derecho quedaron flotando sobre el asfalto, amagando con salir de la zona procesada y queriendo adentrarse entre la maleza que delimitaba el borde del bosque.

Con un rugido, que le salió de lo más hondo de su impaciencia, consiguió dominar el débil motor de su vehículo y buscó el centro de la calzada.

Si no había contado mal, estaba a mitad de camino. En unos diez minutos, saldría de esa trampa mortal y vería, tras la colina, las luces que le indicaban la presencia de un tramo más civilizado y con la bendición de la luz artificial, don de la civilización.

En la siguiente curva, mucho menos peligrosa, fue donde toda la prisa se convirtió en desesperación. Y eso, aún y cuando él tuvo la precaución de aminorar la marcha y evitar perder, de nuevo, el control del volante.

2 comentarios:

  1. Primera parte leida, vamos a ver que tal lo hace Pilar, de momento esto promete

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  2. ¡Gracias, Ricardo! Espero que te lo pases bien leyéndolo.
    Un saludín

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