martes, 17 de julio de 2012

Prisas (4)


Pero la mujer ya no estaba. En su lugar una sábana blanca con una gran mancha de sangre se encontraba retorcida, reptando en dirección a un rastro de fluido rojo que se adentraba en el bosque que llegaba a la misma orilla de la carretera. Ahora si se sintió presa del pánico, de la confusión más absoluta. Pero... un momento. La buena noticia era que la mujer no estaba muerta. La mala que la mujer se había ido... desnuda. Bueno, lo de desnuda seguro que era buena noticia, en algún momento lo sería..

Los ladridos de la puñetera perra lo sacaron de su ensimismamiento de manera que el sobresalto le hizo lanzar la linterna… lejos, muy lejos y se apagó. Ya solo las luces de emergencia lo iluminaban todo intermitentemente.

Una vez más no sabía que hacer. Él, el hombre perfecto que tenía solución para todo, el Mcguiber de la familia, el Superman de la casa se sentía abrumado. Todo su mundo se venía abajo, los acontecimientos de las últimas semanas se agolparon en el interior de su cabeza. Su mente corría sin control, sin orden.

Se sujetó la cabeza con toda la fuerza de la que fue capaz, con las dos manos y empezó a gritar. Un grito desgarrador que cruzó la oscuridad de la noche, la frondosidad del bosque, la soledad de la carretera. Ya pasó. Ya sentía la situación bajo control otra vez. En un minuto escaso recogió todos los paquetes y los fue lanzando al maletero, donde siempre debían haber estado. Se acercó al  transportín y con una firmeza sorprendente lo abrió para comprobar el estado de la perra de su mujer,,, la perrita de su exmujer.  Casi no le sorprendió lo que encontró allí.


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