El motor
carraspeó esta vez. Parecía que se resistía a dejarle ir, ahora que ya estaba
decidido a hacerlo.
Sintió como el
corazón se le detenía, igual que lo hizo el motor tras toser varias veces, sin
acabar de ofrecer el tranquilizador sonido de su ronroneo, escandaloso pero
siempre fiable.
Respiró con
fuerza, algo que llevaba haciendo toda la condenada noche, y volvió a accionar
el contacto. Esta vez sí. Por poco, pero sí.
Se acomodó
como pudo en el asiento, olvidando ya el espantoso olor que le rodeaba, y su
mano derecha buscó la palanca de cambios. Con cuidado, como esperando que no
funcionara, puso primera y sin soltar el embrague, apretó con precaución el
acelerador.
Poco a poco,
el motor comenzó a revolucionarse y a coger
fuerza, poco a poco. Con más precaución que prisa, levantó el pie del embrague
y esperó a que el vehículo, aún maltrecho como estaba, avanzara por la
carretera y retomara el camino hasta el pueblo.
Pero eso no
sucedió.
Aunque el
motor estaba revolucionado, aunque respondía con fiereza no se movió ni un
centímetro adelante. En cambio, pareció levantarse sobre sí mismo y luchar por
avanzar. Como si una fuerza imposible lo retuviera, se negó a volver a la
carretera.
El sudor
recorría su rostro. No entendía nada. Todo parecía en orden pero no había
manera de que el coche se moviera.
Se imaginó lo
que sucedía. La criatura había vuelto, estaba detrás de él, mirándolo con sus
ojos encendidos, con la saliva goteando de su abyecta boca, mientras sujetaba
con sus garras la parte trasera y le impedía volver a la civilización, donde
esas cosas no ocurrían y todo era normal.
Con toda su
fuerza de voluntad, se giró con cuidado, buscando la mirada asesina de la
bestia, pero no encontró nada.
Nada. No había
un ser de pesadilla sujetando el coche.
Entonces, qué…
Y cayó en la
cuenta de que el freno de mano estaba subido. No recordaba haberlo hecho, pero
probablemente lo subió cuando tuvo el accidente, de manera automática, sin
pensar. Una manía suya, la de ser buen conductor y seguir las normas, que
tantos reproches le habían valido de su mujer.
Lentamente, lo
bajó y volvió a probar.
Esta vez, sí,
el coche avanzó unos metros, sin problemas, pero notó como se desviaba hacia un
lado, el izquierdo. El neumático había reventado, o había sido cortado por las
garras de la bestia, o vete a saber por qué…
En esas
condiciones podría llegar hasta el pueblo, sin duda, pero más lento de lo que
esperaba. Desde luego no iba a parar a cambiar la rueda. Ni loco lo haría.
De todas
formas, iba sin faros, así que tampoco podía correr demasiado. Se lo tomaría
con calma, yendo pasito a pasito, y conseguiría salir con vida de esta. Y si
podía, salvaría también a la chica desnuda. Desde luego que lo haría.
estamos mas que impacientes... pero avanzara o no???
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