martes, 31 de julio de 2012

Prisas (14)


           Ayudado de los guiños de las luces de avería consiguió avanzar por la maldita carretera. Las curvas parecían no acabarse nunca. La mujer se movía en el asiento trasero, inquieta, al ritmo de las curvas… a la derecha, a la izquierda, otra vez a la derecha. Él se iba acomodando a la visión nocturna, a la capa blanca que iba dejando la nieve sobre la carretera. El sudor de su cuerpo se estaba enfriando y le estaba dejando completamente helado. El termómetro del coche marcaba… El termómetro del coche había dejado de funcionar. Echó de menos la chaqueta que tapaba el cuerpo desnudo de la mujer. Al pensar en ella y recordar su figura, sus pechos, sus caderas volvió a sentir una punzada  de placer en su entrepierna. Sí, desde luego la tenía que salvar, pese a que no sería una tarea fácil.

            La carretera parecía que pronto se enderezaría. Por lo que intuía, le quedaba una sola curva, muy cerrada, y ya vería el pueblo a lo lejos, abajo, en el llano.  El ansia por llegar le presionó el pie del acelerador y el coche derrapó. Como Murphy estaba cerca, su utilitario fue planeando hacia el lado en el que se encontraba el precipicio y esta vez no lo pudo controlar. Salió de la carretera y notó como su cuerpo quedaba suspendido en el aire, junto con los copos de nieve que seguían cayendo. Fueron unas milésimas de segundo de revoloteo de mariposas en su estómago para luego empezar a caer con la nieve. Copo a copo, metro a metro fue cayendo al profundo barranco…

            Todo estaba oscuro sólo un sonido insistente bep, bep .. bep, bep… bep, bep… No se atrevía a abrir los ojos hasta que sintió una mano que se acoplaba a su cintura, unos pechos que se hundían en su espalda. Estaba asustado, no sentía dolor, no sentía miedo. Una mano se acomodó en su sexo y lo apretó ligeramente. Tenía que hacerlo, tenía que hacer callar ese sonido taladrante. Tenía que abrir los ojos y llegar al pueblo. La mano subió por su vientre y apretó su pecho. Por fin Enrique saco fuerzas y se giró mientras abría los ojos. Allí estaba ella, a su lado entre las sábanas. Morena, con el pelo enredado después del sueño, desnuda, con el rostro marcado en su mejilla.

            -Buenos día amor ¿has dormido bien? –preguntó Nadia mientras depositaba un beso en sus labios.

1 comentario: