lunes, 16 de julio de 2012

Prisas (3)


Comenzó a temblar. Todo daba vueltas a su alrededor, y si hubiera algo de luz para que se fijara en el paisaje, este le habría provocado un serio mareo. ¿Cómo había ocurrido todo? No alcanzaba a montar en su mente la secuencia de acontecimientos.
Había tomado una curva (LA curva) demasiado deprisa y había estado a punto de salirse de la carretera. Luego había reducido velocidad y… No tenía que haber pasado nada, pero pasó. Algo se le tiró encima, o chocó con algo o…
¡La mujer! El cuerpo de la mujer estaba frente al coche.
La había atropellado, eso era seguro. Pero no… El golpe había sido antes. O quizás no…
¡La cabeza, la maldita cabeza! No atinaba a pensar con claridad, y se levantó de golpe.
La caja donde estaba sentado se movió ligeramente, y un débil gemido surgió de su interior, desconcertándolo.
¡La perra! La perra de su ex… La jodida perra su ex…
Bajo el transportín, pues eso era, y no una caja, había abundante sangre. Y manaba más. La jodida perra se había herido y estaba desangrándose ysumujeribaamatarloporeso, solo que yanoerasumujersinosuexylascosasyaestabanbastantejodidas…
Respiró hondo e intento tranquilizarse.
Calma. La perra… La perra no. La mujer.
Intentó concentrarse, dejar que los nervios se hundieran en lo más profundo de su cabeza, esa que parecía a punto de explotar, y volvió a respirar.
Cogió la linterna y se dirigió hacia la parte delantera del vehículo siniestrado, buscando con el haz de luz el cuerpo de la mujer que había entrevisto minutos antes.

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